por Cehrfn J. Xchfntttttk
La jornada promedio de un humano (como suelen llamarse), por lo general inicia tan solo después de que este despierta. Esto se debe a que, a diferencia de otras especies más evolucionadas, los humanos no resultan demasiado hábiles ni productivos durante estados de inconsciencia. Dormido, el humano es incapaz de realizar actividades sencillas como conducir vehículos de tierra o esnorgar cantinplejos oxales.
Una vez despierto, el humano debe efectuar labores de mantenimiento sobre su organismo, tales como podar brotes de vellosidades o controlar el flujo de secreciones fragantes que el mismo organismo produce. La acción de purgar dichas secreciones (mediante el uso de líquido y desinfectante) se conoce como ‘aseo personal’. En seguida el humano procede a cubrir su estructura física con diversos tipos de telas, cuya cantidad y grosor dependerá de las características climáticas de su entorno inmediato. Debido a su tendencia a asentarse en hábitats poco adecuados para su constitución fisiológica, rara vez pueden los humanos permitirse deambular al descubierto.
Otra labor de mantenimiento que el humano debe realizar a diario es la ingestión (usualmente oral) de productos químicos conocidos como ‘nutrientes’. Ya que es completamente dependiente de estos nutrientes para sobrevivir, resulta esencial para el humano mantener un balance en el consumo de los distintos tipos de sustancias, tanto sólidas como líquidas, que los proveen. Una vez que el humano se encuentra despierto, aseado, cubierto por telas y abastecido de químicos, ya está preparado para dejar su cubil o madriguera, generalmente atravesando aperturas conocidas como ‘puertas’. Generalmente.
(Continúa en la página D34)
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