martes, 4 de diciembre de 2012

dddddddddddddddd.txt

Los demonios de más allá del tiempo se refugiaron en un cuento romántico siendo escrito por un joven aburrido. No vivían en su mente sino en sus dedos. Nefastos conceptos hasta ahora desconocidos comenzaron a gestarse en el espacio entre las ideas. Sin sospecharlo quien escribe, los demonios se apropiaban del subtexto del relato para maquinar en él crímenes indescriptibles contra la existencia. "El fin de los tiempos se acerca", escribió el joven ignorando que al hacerlo él lo traía. Los demonios se abrieron paso hacia la superficie. "El fin de los espacios existe ya y espera impaciente", dijo en voz alta, repitiendo las palabras ante sí sin reconocerlas. "Nada reinante en la no-existencia,

viernes, 14 de agosto de 2009

7

Juan se acordó que sabía volar, así que se puso a volar. Voló por la casa dando vueltas y vueltas, hasta que dió vuelta con el pie una lámpara que cayó fuertemente al pavimento y se hizo pedazos. Es peligroso volar en la casa, pensó Juan, así que salió volando hacia la calle. Se puso a volar en el sentido del tránsito para no ser demasiado insensato. Dobló por 7 Norte con 1 Oriente y se metió hacia Libertad. Juan volando se elevó por sobre el semáforo y por sobre el edificio. Los edificios se ven más bonitos desde arriba, pensó. Habían personas desnudas en las azoteas y también hombres-gato. Los hombres-gato lo saludaban con sus manos-garras, levantando sus brazos-pata y moviendo con alegría sus colas-nada. El pavimento también se veía bonito, a pesar de todo. Entonces Juan se acordó de la lámpara, y se acordó que no sabía volar.

sábado, 8 de agosto de 2009

Rutina diaria de un bípedo terrícola (primera parte)

por Cehrfn J. Xchfntttttk

La jornada promedio de un humano (como suelen llamarse), por lo general inicia tan solo después de que este despierta. Esto se debe a que, a diferencia de otras especies más evolucionadas, los humanos no resultan demasiado hábiles ni productivos durante estados de inconsciencia. Dormido, el humano es incapaz de realizar actividades sencillas como conducir vehículos de tierra o esnorgar cantinplejos oxales.

Una vez despierto, el humano debe efectuar labores de mantenimiento sobre su organismo, tales como podar brotes de vellosidades o controlar el flujo de secreciones fragantes que el mismo organismo produce. La acción de purgar dichas secreciones (mediante el uso de líquido y desinfectante) se conoce como ‘aseo personal’. En seguida el humano procede a cubrir su estructura física con diversos tipos de telas, cuya cantidad y grosor dependerá de las características climáticas de su entorno inmediato. Debido a su tendencia a asentarse en hábitats poco adecuados para su constitución fisiológica, rara vez pueden los humanos permitirse deambular al descubierto.

Otra labor de mantenimiento que el humano debe realizar a diario es la ingestión (usualmente oral) de productos químicos conocidos como ‘nutrientes’. Ya que es completamente dependiente de estos nutrientes para sobrevivir, resulta esencial para el humano mantener un balance en el consumo de los distintos tipos de sustancias, tanto sólidas como líquidas, que los proveen. Una vez que el humano se encuentra despierto, aseado, cubierto por telas y abastecido de químicos, ya está preparado para dejar su cubil o madriguera, generalmente atravesando aperturas conocidas como ‘puertas’. Generalmente.

(Continúa en la página D34)

lunes, 15 de junio de 2009

Bat

Bat-Man, como todos*, nació un Viernes 14 de Octubre de 1853 a las 19:30 horas, en el auditorio central de la Facultad de Derecho. Su madre era Doña Guillermina Corrales del Cántaro, Duquesa de Estranburgo, heredera a la Corona, y profesora de enseñanza media. Su padre era Dios, ya que Dios es padre de todos los hombres, incluso aquellos que simultáneamente son murciélagos. Su padre era Satán, ya que Satán es padre de todos los murciélagos, especialmente aquellos que simultáneamente son hombres. Entre los tres criaron y educaron al pequeño Bat-Man a pesar de las constantes discusiones de índole teológica que plagaban y deterioraban su vida familiar, las cuales eran causadas en su gran mayoría por las violentas creencias anarquistas y costumbres misóginas de Doña Guillermina.

Creció en una modesta hacienda ubicada en 1997 (todos los jueves y domingos de junio, excluyendo festivos), donde aprendió a andar a caballo y tocar el clarinete. Desde pequeño se mostró interesado por el tenis de mesa, los automóviles a escala, y el estudio de las costumbres migratorias en el sudeste de Asia. A la edad de 9 años ingresó al Instituto Militar Federico Henríquez Configuración de Pantalla, donde sus tendencias gramaticalmente ambiguas lo metían en constantes problemas con las autoridades regionales. A los 7 años, fallece de una hepatitis aguda que lo obliga a caminar por el resto de su vida. El resto del tiempo ocupa locomoción colectiva.

De adulto se convierte en activista político, siendo reconocido como el principal opositor de las velas aromatizantes. Bat-Man fue declarado inconstitucional el 5 de Febrero de José Miguel Viñuela, siendo posteriormente abolido y borrado por completo de

viernes, 5 de junio de 2009

De veras que tengo un blog

se acordó el pejesapo, y se echó a dormir entre las calcetas.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Dios amaneció con ganas de comerse una sopaipilla.

El único problema era que en ese entonces aún no existía nada que se pareciera en lo más mínimo a una sopaipilla. De hecho, no existía nada que se pareciera en lo más mínimo a ninguna cosa. Lo único que existía era Dios, y Dios no se parece a nada. Mucho menos a una sopaipilla.

No era poco usual que Dios amaneciera con ganas de comer cosas que todavía no existían, aunque en este caso el antojo era más fuerte de lo común. Lo malo de ser omnisciente es que, entre otras cosas, uno está familiarizado con todos los sabores posibles e imposibles, desde un pastel de naranja hasta tu codo. Y si además de ser omnisciente es uno antojadizo, pues digamos que no es una muy buena combinación.

A pesar de que el alimento que Dios ansiaba no era aún real, su deseo por consumirlo si lo era. Bastante real: le gruñía el estómago y todo. Dios sabía con total certeza que si no lograba satisfacer este antojo iba a andar de mal humor por el resto de la tarde. No dispuesto a pasar malos ratos por culpa de una simple sopaipilla, Dios decidió que iba a tomar manos en el asunto.

Dios tomó un poco de nada. Siendo este un recurso bastante abundante en esos tiempos, no le fue demasiado difícil encontrarlo. Podríamos decir que el lugar estaba lleno de nada, si no fuera por el hecho de que en realidad no se trataba de un lugar, sino más bien de lo contrario… o sea, nada. El mismo Dios era nada, aunque, siendo Dios, seguía siendo bastante importante dentro de su insignificancia.

Dios agarró la nada y la sacudió hasta que se convirtió en algo. Era un algo pequeño pero bastante inquieto: dentro suyo pasaban muchas cosas, la clase de cosas que nunca pasan en el vacío y que uno extraña cuando se encuentra en este. Había átomos y los átomos formaron organismos, y los organismos comenzaron a moverse para todos lados, chocando con paredes y con otros organismos. Luego se cansaron de chocar tanto y para evitarlo se pusieron a pensar.

Dios los miró algo aburrido mientras se organizaban entre ellos, formando civilizaciones, religiones y juntas de madres. Todo esto lo irritaba bastante, especialmente el asunto de las religiones. No es que tuviera algún problema fundamental con ellas, es solo que le parecían un poco ñoñas y las cosas ñoñas siempre lo ponían de mal humor. Sin embargo, estas y otras molestias menores, como las guerras, las plagas, y los psicólogos, eran puntos necesarios para llegar a ese objetivo primordial que eran las sopaipillas.

Así, pasó una cantidad de tiempo que para los organismos pensantes pareció billones de años, pero que para Dios fue nada más que… bueno, billones de años, pero como era Dios no le costaba tanto esperar. Un día alguien inventó la rueda, y luego otra persona inventó otra cosa, y así sucesivamente hasta que llegaron a las sopaipillas.

El problema, ahora (Dios es un tipo bastante particular, por si no se nota), es que la primera sopaipilla en ser cocinada no estaba preparada de la forma en que a Dios le gusta. Si esta fuera una persona normal, el hecho de no haberlas probado nunca lo excluiría automáticamente de saber como le gusta que las preparen. Si esta fuera una persona normal, llegaría y se comería la sopaipilla y fin. Pero como este es Dios y Dios no es una persona normal, simplemente se sentó a esperar que alguien las cocine exactamente como le gustan, y esta historia comenzó a alargarse más de lo necesario. Y por eso, y solo por eso, es que hoy llegamos al 18 de diciembre del año 2008.

***

Cuando Bob metió la sopaipilla con manjar al microondas ni por un segundo se le pasó por la cabeza que acababa de sellar el destino del universo. En realidad es un pensamiento bastante rebuscado, así que no podemos culparlo por no tenerlo en cuenta. Esto no quita que, si no fuera por Bob, el universo entero se hubiera salvado.

Bob era semejante a Dios en el sentido de que ambos eran bastante particulares con lo que comían (aunque se diferenciaban en cosas como los problemas a la dermis y la omnipotencia). Antes de comerse una sopaipilla, Bob siempre le untaba encima una delgada capa de manjar casero. Luego la metía al microondas por aproximadamente 10,5 segundos, con tal de que el manjar se derritiera en la medida exacta necesaria para impregnarse en la sopaipilla sin volverse completamente líquido. Esta es una receta que Bob perfeccionó a lo largo de 19 años de consumo de sopaipillas, desde aquella tarde lluviosa a los 7 años en que su tía le entregó la primera hasta el día de hoy.

Ya que era imposible programar el microondas para 10,5 segundos, Bob siempre lo programaba para 20 y lo detenía manualmente entre los 10 y los 11, intentando calcular lo mejor que podía el punto medio entre ambos números. Ese día en particular tuvo la mala suerte de calcular demasiado bien y hacer parar el microondas en el momento preciso para alcanzar la perfección. Cuando sacó el plato y se giró expectante para dirigirse al comedor, se encontró con Dios parado frente suyo. En medio de su cocina.

Dios se presentó como Dios, pero esto era más bien una formalidad, ya que con solo mirarlo Bob ya sabía de quién se trataba. Tenía una cierta divinidad en su persona que Bob jamás había visto, excepto quizás en al ojear el escote de Scarlett Johansson. Dado su nerviosismo, era comprensible que Bob no se presentara de vuelta. Aún así, hubiera sido un gesto agradable, pensó Dios.

“Vengo a comerme tu sopaipilla”, declaró sin más preámbulo Dios, con una arrogancia descarada pero completamente justificada.

Bob miró su plato y consideró la situación: por un lado, este era el creador del universo pidiéndole algo razonablemente simple, especialmente considerando que a él le debía su existencia y la de todos y todo lo que amaba, había amado o amaría en su vida. Por otro lado, la sopaipilla se veía bastante apetitosa. Sin mencionar que este tipo también era responsable por las colas de los bancos y los psicólogos.

Pero fue principalmente el asunto de la sopaipilla lo que hizo a Bob decir lo siguiente.

“Y, ehhm… ¿qué… pasa si no te la doy?”

“Si no me la das,” dijo Dios con calma y firmeza, “voy a destruir el universo.”

Bob lo pensó por un par de segundos. “Ya, bueno,” dijo, pasándole el plato a Dios. “Supongo que podría hacer otra.”

Dios sostuvo el plato en sus manos. “No, espera…” dijo, algo confuso. “Quise decir que iba a destruir el universo si SÍ me la dabas.” Tomó una primera mordida. “Disculpa.”

Bob se sintió bastante tonto.
“No te sientas tonto,” dijo Dios, “de todas formas te la iba a quitar.”

Dios es un matón de escuela, se dio cuenta Bob en ese momento, aunque esto era algo que había sospechado en el fondo de su ser durante toda su vida.

“Oye, el tonto no soy yo,” exclamó Bob irritado. Se notaba en su voz que había quedado algo sentido por todo el asunto. “¡Fuiste TÚ el que se equivocó recién!”

Dios suspiró mientras pegaba otra mascada. “Vamos, Bob, era un chiste. Yo no me equivoco. Soy Dios. La única verdad absoluta en toda la existencia es que no me equivoco nunca. Podría pasar todo el día tratando y…” otro mordisco “…nada.”

“Pero…” Bob comenzó a agitarse. “Pero, ¿por qué tienes que destruir el universo? ¡¿Por una sopaipilla?!”

“Lo creé por una sopaipilla, así que ¿por qué no?” Dios se chupó el manjar de los dedos. “No es nada personal, Bob. Es solo que sería bastante poco práctico mantener funcionando un universo que ya no tiene sentido. La única razón por la que los dejé existir todo este tiempo fue para llegar este momento, comer, y poder irme a dormir mi siesta tranquilo. Lo siento, pero nunca podría quedarme dormido con todo el ajetreo de los átomos.”

Mientras observaba a Dios parado en su cocina devorando el plato que él había preparado y amenazando con erradicar con todo lo que conocía, Bob, por algún motivo, se sentía bastante irritado. “Entonces, ¿qué?” preguntó. “¿Vas a llegar y destruirnos, así como si nada?”

“No,” respondió Dios. “Primero voy a terminarme tu sopaipilla.”
Dios miró el último pedazo de sopaipilla antes de llevárselo a la boca. Este hubiera sido un momento apropiado para felicitar a Bob por su buen gusto y talento culinario, pero la cortesía había salido volando por la ventana en el momento en que el joven no lo saludó de vuelta al entrar a la cocina.

Quizás fue el hecho de que el final ya era inevitable y no había nada que pudiera hacer al respecto, pero en esos últimos momentos Bob pareció calmarse.
“Antes de que te comas eso, ¿puedo preguntarte una última cosa?”

“Claro, lo que quieras,” dijo Dios. “Mientras no sea muy largo. Nada de pajas existenciales, por favor, ¿eh?”

“Lo único que no entiendo es… si tienes el poder para crear un universo entero con todo lo que hay en este, ¿no podrías haber creado en vez la sopaipilla tal como la querías y ahorrarnos todo este rollo?”

Dios pensó. “Bueno… hurm, supongo que… sí, creo que sí… podría haberlo hecho así, ahora que lo pienso.”

“Entonces,” dijo Bob, intentando saborear el momento que llenaba su boca a falta de una sopaipilla con manjar, “¿te equivocaste?”

En ese momento la cabeza de Dios explotó sangrientamente en miles de pedacitos, y mientras su cuerpo inerte caía al suelo, la realidad comenzó a desvanecerse de a poco. El resultado final fue el mismo, pero en sus últimos momentos Bob no pudo evitar sentirse orgulloso por haberle negado el último mordisco al viejo glotón de mierda ese.

Fin.

sábado, 20 de diciembre de 2008

#8.636

Ah, no. Se me olvidó.